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​Las historias que compartimos

Cuando inició  esta pandemia, a finales del año 2019  nunca  pensé  que  nos iba a cambiar  tanto la vida.

Yo siempre escuché  los problemas  de Salud  Pública  con algo de interés, pero  meramente noticioso  y pensé: “eso nunca  nos va a llegar”.

Pero con el COVID, en mi familia fue distinto.

Para mis padres  significó  irse  antes  de tiempo…

Nunca pensamos  que  nuestras  vidas  pudieran estar tan amenazadas,  pero así fue;  mi padre, un médico neumólogo  ya retirado  de 84 años  decidió  seguir atendiendo a sus pacientes que literal estaban  graves  y obvio todos  ellos  de COVID.

A   mediados de noviembre  del 2020  mi padre se infectó  y   llevó por ende,  el virus a casa donde,    se infectó mi  mamá, así como mi hermana y luego yo y después mi hermano, quien también es médico neumólogo. 

Ellos,  desde  que supieron que era covid,  decidieron no internarse;  no  intentar algo descabellado…  murieron los dos, mi padre y madre, con  4 días de diferencia.  El 22 y el 26 de Noviembre. 

Nunca  más pude hablar con ellos, ni verlos,  ni tomar su mano… me enteré  de su muerte  por mi esposa,  quien me lo dijo  a través  de una ventana  debido a mi aislamiento.

A raíz  de su muerte  mi mente viajó en muchas  cosas… nunca pude platicar con nadie debido a mi  aislamiento,  y  tuve mucho tiempo para pensar  en ellos, recordarlos  e imaginarme lo que a partir de ese momento, sería de nuestras vidas sin su presencia física;  sería imposible  escribir  todo  lo que recuerdo de ellos,  así que escogí  para compartir con ustedes  la faceta de mis padres como abuelos.

Para mis padres,  sus nietos   sin duda  alguna  eran  sus máximos orgullos,  sus máximos amores.  Mis   padres  fueron   felices  conviviendo profundamente  con todos y cada uno de sus nietos  a lo largo de muchos años, disfrutando ser abuelos desde 1986  hasta  2020. 

El mundo cambió , nosotros cambiamos  y ellos  fueron los acompañantes  más felices  en la vida  de sus  nietos.

Una  de las pocas  llamadas  fuera  de  horario  que me hizo mi padre  a Monterrey, durante todos los años que estudié  y viví allá,  fue cuando en Enero de 1986  me habló para decirme que había nacido  su primer  nieto, Robertillo.

Fueron abuelos jóvenes con energía  en  los años  80´s  y fueron abuelos muchos más maduros y sabios a partir  del año 2000  para mis hijos.   

Tuvieron  7  nietos:  Roberto, Estela, Isaura, Alejandro,  Rodrigo, Pablo y Carolina.

SIEMPRE SIEMPRE  tuvieron cuidados,  mimos,  medicinas, comida caliente,  regalos, juguetes, pasteles,  juegos largos, paseos  con sus perros, consejos consejos y más consejos.   Además,  oraciones por ellos, misas,  rosarios,  peticiones  a Dios por su bienestar y su felicidad.

En especial,  mis tres   hijos  durante su etapa  de kínder,  compartieron  grandiosos momentos con mi mamá… era   súper  querida en  el  kínder  de ellos,  y hasta homenajes  le hicieron  varias  veces.

Desde Robertillo con sus  “dinosaurios”,  Isaurita que “no quería comer suficiente”,  pasando por los  juegos y pleitos  entre Estelita e Isaurita… con Rodrigo, Pablo y Caro, mis hijos,  para tener siempre “la comida como a ellos les gustaba”… Pablo, siempre hacía referencia a que nosotros no le preparabamos con cuidado su comida, como su abuelita, que lo nuestro era feo, descuidado y mal presentado.  

Nos  corregían, cuando mis hermanos o yo, bajo su creencia de “muy a menudo” fallar como padres, pero sus intervenciones  no eran chantajistas  sino movidas por el profundo amor hacia sus nietos.

Mis padres  no dejaban de  llamar  a cada uno de sus nietos  aún y cuando no vivieran cerca;   por ejemplo, cuando Roberto y Alejandro se fueron a   Europa,  o Isaura  vivía en  Ciudad Juárez…. Siempre con consejos y luego videollamadas, pero preferían hablar por teléfono.

Sé  que todos  extrañaremos sus voces, sus consejos,  su presencia  y lo que me queda, es  solo agradecer a Dios que me permitió  estar con ellos, y que mis hijos y mis sobrinos   tuvieron la opoertunidad de tener unos abuelos maravillosos.

Y que aunque, no nos pudimos despedir, ni ver, el tiempo va encontrando formas  de  sanar, de recordar y de honrarlos…  y que la mejor forma de hacerlo, es luchar cada día y cada hora, por ser mejor esposo y papá.

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Francisco Becerra Chiu 

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