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​Las historias que compartimos

En esta pandemia y en sus momentos de encierro jugaba mucho con mis hijos a que éramos una familia de superhéroes, nos poníamos las capas y los antifaces y salíamos a caminar a la colonia inventando rescates de tesoros, liberación de bichos y capítulos de pjmasks.

 

Aunque hubo muchas manualidades y experimentos, también hubo un poco de crisis, mucho cansancio y psiquis al límite. Luego, como todo, las aguas se calmaron y regresó poco a poco la paz. Volvimos a respirar como familia y nos creíamos reseteados para lo que siguiera. Obviamente, nunca creímos que una noticia así llegaría a nuestra familia y nunca imaginé, que el niño que aprendió a gatear y a caminar en COVID, iba a ser el héroe principal en esta historia. Una que apenas comienza:

 

¿Al dermatólogo?, le pregunté al pediatra cuando me hizo todo el sentido, por los moretones y esos puntitos rojos que mi hijo tenía en su pancita.

- No, no. Al hematólogo, me contestó el Doctor. Con una cara un poco preocupada que no supe identificar en su momento.

 

Silencio total, boca chueca y revisada de nuevo de los resultados de los análisis. Ahí ya mi alma se empezaba a inquietar, pero todavía tenía muchas esperanzas en que fuera una anemia o alguna infección.

- ¿Es leucemia, cierto Doctor?, le pregunta mi esposo al Doctor.

- Todo parece señalar que sí, les recomiendo que vayan con un hematólogo oncólogo pediatra.

Listo, dijo eso y ya no hubo más conversación. En ese momento, estoy segura de que mi corazón se detuvo unos microsegundos y mi mente se lanzó a un hoyo de 15,000 escenarios, preguntas y cuestionamientos.

 

Aparecieron las náuseas y las ganas de vomitar que se instalaron durante todas las transfusiones, los análisis, las noches de hospital, la cirugía y las primeras quimios a los muy pocos días de ser diagnosticado.  Por fin cesaron un poco hasta que la Doctora oncóloga, nos dio un pronóstico alentador en un gran Hospital en Houston.

 

Llegar en pocos días y encontrar un lugar seguro y tan esperanzador nos hizo tener un poco de aire fresco en nuestro interior y replantearnos mucho la vida. Ese algo tan de putazo, que te llega pocas veces en la vida (espero) así de fuerte y que te quita todo lo que creías seguro y te escupe en un lugar muy oscuro. Te congelas y te fragmentas en muchos pedazos, y actúas por impulso: salvar al más pequeño de la manada. A cómo dé lugar, en donde sea. Hay que decidir rápido, cada día cuenta y mucho, en una mañana tu rutina cambia de pensar en ir por los niños a la escuela a conectar tu cerebro y encontrar atajos para llegar más rápido a donde haya que llegar.

Un camino volátil en muy pocas horas, decisiones certeras por tomar y arreglar a toda máquina a tus otros hijos que se quedan sin saber bien qué pasa.

No mencionemos Cáncer, ni leucemia, vamos a decir que tiene unos bichos muy malos hasta que sepamos qué sigue. Y así, con esa información, partes con el alma destrozada y tu campeón en brazos pidiéndole a todo el universo en todas las religiones, que se cure tu niño y que de este viaje al oscuro inframundo, salga victorioso llenando de más amor a la familia.

 

Mucha gente se acerca, familias que han recorrido estas duras pruebas en su andar y que tienden su corazón, sus consejos y sus vivencias facilitando muchas cosas. Doctores y un equipo increíble que da tranquilidad y resuelven tan eficientemente todo, la ciencia que con tantos datos y tantos niños ha logrado dar pronósticos tan optimistas y familia y amigos cercanos que aligeran las horas con su cariño y sus oraciones.

 

Y aunque los piensos de todos los colores se encienden y se apagan conforme el día avanza: ahora este año es para dedicárselo al 100% a Mikel. ¿Cómo podré equilibrarlo con mis otros niños?; ya no podré trabajar tanto como lo he hecho, por lo que Javi ahora tendrá que redoblar esfuerzos. ¿Cómo será la vida de Mikel después de esto?, ¿Podrá carcajearse como antes?, ¿Correrá igual de rápido?, ¿Bailará al comer cómo lo hacía antes?, ¿Cómo afrontaremos esto aun contando con seguro?, ¿Cuánto desgaste tendrá Javi al ir y volver a trabajar?, ¿cuánto cambiará mi familia en este proceso?; y un largo etcétera conforme las horas pasan. En las noches no cambia mucho, Mikel se despierta casi cada dos horas pidiendo lechita, con un dolor extraño “que no sé cómo explicarte mamá”, quejándose un poco de sus piernitas y los piensos regresan entre sueños y pesadillas, he empezado a entrenar a mi cabeza para enfocarla en lo positivo, en lo esperanzador y en lo que construiremos como familia en este camino. Nuestra causa ahora serán los niños y las familias que están pasando por esto, sé que construiremos muchos puentes para aligerar el amargo transitar de las familias, incluyendo la parte emocional y económica que representa el cáncer. 

 

Como en mis historias de mis partos, las mejores de mi vida, ahora se suma una del otro lado, supongo que se convertirá en algo hermoso según me cuentan los que ya pasaron por esto, pero mientras llegamos ahí, mucha gente nos ha preguntado cómo ayudar. Agradeciendo siempre eso, sí les tengo una propuesta para que se sumen a que Mikel siga guerreando y contengamos a los hermanos y a mi familia lo más posible. Todavía nos falta un largo camino, pero sí en algo creo, es en la suma de voluntades y en el poder de las redes y las alianzas, por lo que tengo algunas propuestas para intercambiar su apoyo.

Nada nos dejará más contentos, que después de que Mikel se cure, esto haya sido un ejercicio de amor, de unión y de la solidaridad en la que siempre he creído que somos más.

 

Gracias a todos por sus mensajes, palabras de aliento, por sus oraciones y su apoyo. Pónganse atentos como padres a señales diferentes de sus hijos, a comportamientos que salgan de lo común; revisen sus seguros y sus cláusulas, contrátenlo con un buen agente y tengan un ahorro para emergencias, que nunca sabes cuando te toca.

Si conocen a alguien que esté pasando una situación similar, pásenle mis datos, siempre estaré disponible.

 

Gracias a todos de corazón. Síganos teniendo presentes en sus oraciones y en sus piensos de amor. Los abrazamos muy fuerte la familia Medina Franyutti, sobre todo, mi héroe de leyenda: ¡Mikel!

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